
Segunda entrega y segundo villano. Esta vez hablamos del que fuera un gran amigo mío, y que seguiría siendo si no hubiera fallecido, hablo, por supuesto, del gran emperador intergaláctico Freezer (sniff, sniff, que me emociono).
¿Quién era Freezer habrán preguntado dos o tres (que debieron pasar su infancia metidos en un búnker aislados del resto del mundo)?
Freezer era lo que hoy llamaríamos un niño prodigio. A la tierna edad de... no sé cuantos años tenía pero pocos... vamos que aún jugaba con los he-man. El caso es que con esa tierna e indeterminada edad ya había conquistado chopocientos planetas y le temía medio universo.
Todo le iba genial hasta que llegó un extraño culturista rubio platino y le partió por la mitad. Ala, como suena. Por la mitad. A un niño. A eso en mi pueblo (que está entre Altdorf y Burgos) lo llaman maltrato de menores.
Me oyes Goku, eres un maltratador de niños.
Pero Trunks no se queda atrás. El muy cabrón coge a Freezer, estando este todo lleno de prótesis, y le mata delante de su padre. Ala, como suena. Mató a un niño lisiado delante de su padre.
¿Quiénes son los monstruos ahora, eh? Si cuando Freezer decidió que había que exterminar a los saiyans de la faz del universo por ser unos locos peligrosos no lo hacía por ambición, ¡pretendía salvarnos a todos de su barbarie! ¡Asesinos! ¡Infanticidas!
Arf, arf, arf, que me despeino.
Bueno, hasta aquí mi airado tributo a mi frígido colega. Freezer, qué grande eras a pesar de tu tamaño.